sábado, 18 de marzo de 2017

Textos Folclóricos. Selección y adaptación



ADAPTACIÓN DE CUENTOS FOLCLÓRICOS PARA EL AULA DE 5 AÑOS


Este trabajo consiste en hacer una propuesta de tres cuentos folclóricos adaptados para contarlos en un aula de infantil. La etapa que elegimos es la de 5 años, porque muestran interés por las historias algo más largas que en etapas anteriores y disfrutan con los cuentos de héroes y heroínas que viven aventuras.

Además, como podemos consultar en el cuadro proporcionado por el MEC "Características de los cuentos  según la edad y etapa del desarrollo lector", los cuentos folclóricos seleccionados funcionarían muy bien en la etapa de 5 años ya que:

  • En esta etapa del desarrollo existe una inclinación por la interpretación mágica de la realidad. Además, la fantasía es un estímulo para enriquecer su mundo interior. En los cuentos folclóricos encontramos personajes y situaciones mágicas, que van a despertar un gran interés en los niños de último curso de infantil.
  • Con 5 años aumenta significativamente su vocabulario y existe un interés por aprender expresiones y palabras nuevas, por tanto, ya no es necesario recurrir a un lenguaje tan sencillo como en etapas anteriores. Podemos narrar cuentos folclóricos, que tienen ya un lenguaje y unas expresiones más ricas.
  • Los niños están empezando a desarrollar su sentido de la narración y, por tanto, es el momento en el que van a poder disfrutar estas historias en las que los personajes viven aventuras y evolucionan a lo largo del cuento. 
  • Pueden empezar a desarrollar su sentido del bien y del mal, por ello, disfrutan de aquellos finales que consideran felices y justos. Es posible que se inicie una discusión en clase porque una narración no ha acabado "como debería".
  • En esta etapa debemos presentar cuentos con una secuencia narrativa clara.Todos los cuentos que adaptamos están compuestos por una presentación clara, en la que conocemos los personajes y la situación en la que comienza el cuento; un desarrollo, en el que ese personaje realiza una búsqueda y va pasando pruebas; y, por último, un final, en el que el personaje principal aprende algo nuevo y consigue ser feliz (o bien aprende una lección en el caso de la mujer del pescador, que es castigada por su avaricia)

Los textos folclóricos son literatura de “grupo” o de “familia” que, a través del juego, han permitido la transmisión de aprendizajes y de la cultura de diferentes pueblos. Resulta fundamental traerlos al aula de infantil ya que, como educadores, nuestra misión debe ser transmitir lo que es valioso. Debemos ofrecer a nuestros alumnos las narraciones que se han repetido en diferentes pueblos durante generaciones como un regalo que nos ha dejado la historia. 

El pescador y su mujer
Un cuento de los hermanos Grimm

Había una vez un pescador que vivía con su mujer en una choza, a la orilla del mar. El pescador iba todos los días a echar su anzuelo, una y otra vez lo echaba al agua y lo recogía.

Estaba un día sentado junto a su caña, mirando el reflejo de la luz en el agua, cuando de repente vio hundirse el anzuelo y bajar hasta lo más profundo. Al tirar de la caña ¡Había pescado un pez enorme de brillantes colores!

El pez le dijo:

-Te suplico que no me quites la vida; no soy un pez verdadero, soy un príncipe encantado; ¿de qué te serviría matarme? Échame al agua y déjame nadar.

-Ciertamente, no mataría nunca a un pez que sabe hablar así de bien.

Le echó al agua y el pez nadó hasta el fondo, dejando tras sí una larga huella de sangre.

El pescador se fue a la choza con su mujer:

-Marido mío, le dijo, ¿no has cogido hoy nada?
-No, contestó el marido; he cogido un pez de muchos colores que me ha dicho ser un príncipe encantado y le he dejado nadar lo mismo que antes.
- ¿No le has pedido nada para ti? -replicó la mujer.
-No, ¿y qué había de pedirle?
- ¡Ah! -respondió la mujer; es tan triste, es tan triste vivir siempre en una choza tan sucia como esta; hubieras debido pedirle una casa pequeñita para nosotros; vuelve y llama a ese pez de colores. Dile que quisiéramos tener una casa pequeñita, pues nos la dará seguro.
- ¡Ah! -dijo el marido, ¿y por qué he de volver?
- ¿No le has cogido, continuó la mujer, y dejado nadar como antes? Pues lo harás; ve corriendo.
El marido no hacía mucho caso; sin embargo, fue a la orilla del mar, y cuando llegó allí, la vio toda amarilla y toda verde, se acercó al agua y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
El pez de colores avanzó hacia él y le dijo: - ¿Qué quieres?
- ¡Ah! -repuso el hombre, hace poco que te he cogido; mi mujer sostiene que hubiera debido pedirte algo. No está contenta con vivir en una choza de juncos, quisiera mejor una casa de madera.
-Puedes volver, le dijo el pez de colores, pues ya la tiene.
Volvió el marido y su mujer no estaba ya en la choza, pero en su lugar había una casa pequeña, y su mujer estaba a la puerta sentada en un banco. Le cogió de la mano y le dijo: -Entra y mira: esto es mucho mejor.
Entraron los dos y hallaron dentro de la casa una bonita sala y una habitación donde estaba su cama, un comedor y una cocina con pan, rica fruta, sartenes, ollas y un pequeño horno para cocinar galletas y pasteles. Detrás había un patio pequeño donde había pequeñas flores y caminaban gallinas y patos, y un huerto donde crecían lechugas, tomates, berenjenas, judías y zanahorias.
- ¿Ves, le dijo la mujer, qué bonito es esto?
-Sí, le dijo el marido; si vivimos siempre aquí, seremos muy felices.
-Veremos lo que nos conviene, replicó la mujer.
Después comieron y se acostaron.
Continuaron así durante ocho o quince días, pero al fin dijo la mujer:
- ¡Escucha, marido mío: ¡esta casa es demasiado estrecha, y el patio y el huerto son tan pequeños!... El pez de colores hubiera debido en realidad darnos una casa mucho más grande. Yo quisiera vivir en un palacio de piedra; ve a buscarle; es preciso que nos dé un palacio.
- ¡Ah!, mujer, replicó el marido, esta casa es en realidad muy buena; ¿de qué nos serviría vivir en un palacio?
-Ve, dijo la mujer, el pez de colores puede muy bien hacerlo.
-No, mujer, replicó el marido, el pez de colores acaba de darnos esta casa, no quiero volver, no quiero que se enfade.
-Ve, insistió la mujer, puede hacerlo y lo hará con mucho gusto; ve, te digo.
El marido sentía en el alma dar este paso, y no tenía mucha prisa, pues se decía: -No me parece bien, -pero obedeció, sin embargo.
Cuando llegó cerca del mar, el agua tenía un color de violeta y azul oscuro, pareciendo próxima a hincharse; no estaba verde y amarilla como la vez primera; sin embargo, reinaba la más completa calma. El pescador se acercó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
- ¿Qué quiere tu mujer? -dijo el pez de colores. 
- ¡Ah! -contestó el marido medio turbado, quiere habitar un palacio grande de piedra.
-Vete, replicó el pez de colores, la encontrarás a la puerta.
Marchó el marido, creyendo volver a su morada; pero cuando se acercaba a ella, vio en su lugar un gran palacio de piedra. Su mujer, que se hallaba en lo alto de las gradas, iba a entrar dentro; le cogió de la mano y le dijo: -Entra conmigo. -La siguió. Tenía el palacio un inmenso vestíbulo, cuyas paredes eran de mármol; numerosos criados abrían las puertas; las paredes resplandecían; las sillas y las mesas de las habitaciones eran de oro; las mesas estaban cargadas de los vinos y manjares más exquisitos, hasta el punto que parecía iban a romperse bajo su peso. Detrás del palacio había un patio muy grande, con establos para las vacas y cuadras para los caballos y magníficos coches; había además un grande y hermoso jardín, adornado de las flores más hermosas y de árboles frutales.
- ¿No es muy hermoso todo esto? -dijo la mujer.
- ¡Oh!, ¡sí! -repuso el marido; quedémonos aquí y viviremos muy contentos.
-Ya reflexionaremos, dijo la mujer, durmamos primero.
A la mañana siguiente despertó la mujer siendo ya muy de día y vio desde su cama la hermosa campiña que se ofrecía a su vista; el marido se estiró al despertarse; ella le dio un codazo y le dijo:
-Marido mío, levántate y mira por la ventana; ¿ves?, ¿no podíamos llegar a ser reyes de todo este país? Corre a buscar al pez de colores y seremos reyes.
- ¡Ah!, mujer, repuso el marido y por qué hemos de ser reyes, yo no tengo ganas de serlo.
-Pues si tú no quieres ser rey, replicó la mujer, yo quiero ser reina. Ve a buscar al pez de colores, yo quiero ser reina.
- ¡Ah!, mujer, insistió el marido; ¿para qué quieres ser reina? Yo no quiero decirle eso.
- ¿Y por qué no? -dijo la mujer; ve al instante; es preciso que yo sea reina.
El marido fue, pero no le gustaba nada que su mujer quisiese ser reina. No me parece bien, no me parece bien en realidad, pensaba para sí. No quiero ir; y fue, sin embargo.
Cuando se acercó al mar, estaba de un color gris, el agua subía a borbotones desde el fondo a la superficie y tenía un olor fétido; se adelantó y dijo:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece;
es preciso darla lo que se merece.
- ¿Y qué quiere tu mujer? -dijo el pez de colores.
- ¡Ah! -contestó el marido; quiere ser reina.
-Vuelve, que ya lo es, replicó el pez de colores.
Partió el marido, y cuando se acercaba al palacio, vio que se había hecho mucho mayor y tenía una torre muy alta decorada con magníficos adornos. A la puerta había guardias de centinela y una multitud de soldados con trompetas y timbales. Cuando entró en el edificio vio por todas partes mármol del más puro, enriquecido con oro, tapices de terciopelo y grandes cofres de oro macizo. Le abrieron las puertas de la sala: toda la corte se hallaba reunida y su mujer estaba sentada en un elevado trono de oro y de diamantes; llevaba en la cabeza una gran corona de oro, tenía en la mano un cetro de oro puro enriquecido de piedras preciosas. Se adelantó y dijo:
- ¡Ah, mujer!, ¿ya eres reina?
-Sí, le contestó, ya soy reina.
Se colocó delante de ella y la miró, y en cuanto la hubo contemplado por un instante, dijo:
- ¡Ah, mujer!, ¡qué bueno es que seas reina! Ahora no tendrás ya nada que desear.
-De ningún modo, marido mío, le contestó muy agitada; hace mucho tiempo que soy reina, quiero ser mucho más.
Fueron enseguida a acostarse, pero ella no estaba contenta; la ambición la impedía dormir y pensaba siempre en ser todavía más.
El marido durmió profundamente; había andado todo el día, pero la mujer no pudo descansar un momento; se volvía de un lado a otro durante toda la noche, pensando siempre en ser todavía más; y no encontrando nada por qué decidirse. Sin embargo, comenzó a amanecer, y cuando percibió la aurora, se incorporó un poco y miró hacia la luz, y al ver entrar por su ventana los rayos del sol...
- ¡Ah! -pensó; ¿por qué no he de poder mandar salir al Sol y a la Luna? Marido mío, dijo empujándole con el codo, ¡despiértate, ve a buscar al pez de colores!
El marido estaba dormido todavía, pero se asustó de tal manera, que se cayó de la cama. Creyendo que había oído mal, se frotó los ojos y preguntó:
- ¡Ah, mujer! ¿Qué dices?
-Marido mío, si no puedo mandar salir al Sol y a la Luna, y si es preciso que los vea salir sin orden mía, no podré descansar y no tendré una hora de tranquilidad, pues estaré siempre pensando en que no los puedo mandar salir. Ve al instante.
- ¡Ah, mujer! -dijo el marido arrojándose a sus pies; el pez de colores no puede hacer eso; te lo suplico, quédate contenta con ser reina.
-No puedo, no quiero estar contenta; marcha al instante.
El marido se vistió rápidamente y echó a correr, como un insensato.
El agua estaba negra, burbujeante y se había desatado una gran tormenta que rugía furiosa; las casas y los árboles se movían; pedazos de roca rodaban por el mar, y el cielo tronaba, relampagueaba y el mar levantaba olas negras tan altas como campanarios y montañas, y todas llevaban en su cima una corona blanca de espuma. El pescador tuvo que gritar, pues apenas podía oírse él mismo sus propias palabras:
Tararira ondino, tararira ondino,
hermoso pescado, pequeño vecino,
mi pobre Isabel grita y se enfurece,
es preciso darla lo que se merece.
- ¿Qué quieres tú, amigo? -dijo el pez de colores.
-¡Ah, contestó, quiere hacer salir el sol y la luna!
-Vuelve y la encontrarás en la choza.
A estas horas viven en la pequeña choza de juncos todavía. Y colorín colorado
Este cuento se ha acabado
LA ADAPTACIÓN
  1. La criatura mágica en la historia de los hermanos Grimm que hemos tomado como referencia es un Barbo. Uno de los cambios principales ha sido llamar a este pez mágico “el pez de colores”, porque considero que da una imagen más clara y llamativa del personaje para los niños de 5 años.
  2. La historia es más corta que la historia de referencia. Principalmente, se han acortado las descripciones, porque son muy minuciosas y considero que alargaban la historia en exceso para los niños de esta edad, que van a mantener mejor la atención en el momento de la acción, es decir, cuando están pasando cosas que hacen que la historia avance.
  3. También se han modificado algunas palabras concretas complicadas en este ciclo. 
JUSTIFICACIÓN
  • La narración incluye partes que se repiten, pero van cambiando. La estructura es muy interesante y ayuda a captar el interés.
  • Además, los diálogos directos entre los personajes los hacen más cercanos y comprensibles para los niños.
  •  Incluye una pequeña cancioncilla/rima que enriquece la narración e invita al juego. Las canciones y las rimas son un componente muy importante en los cuentos folclóricos y me parecía interesante que estuvieran incluidas en esta propuesta de alguna manera.
  • Me gusta mucho también cómo el agua y el clima van cambiando cada vez que piden más y más.
  • Analizando este cuento tomando como referencia los apuntes de la asignatura podemos afirmar que el pescador visita un reino mágico, cuya representación es el pez de colores, que les pone una prueba. Como la mujer no puede estar contenta con lo que tiene, no pasa la prueba y vuelven a la choza donde vivían al inicio de la historia.
Las tres lenguas
Un cuento de los hermanos Grimm
Érase una vez un viejo conde que tenía sólo un hijo, que era incapaz de aprender nada. Le dijo el padre:
- Mira, hijo: por mucho que me esfuerzo, no logro meterte nada en la cabeza. Tendrás que marcharte de casa; te confiaré a un famoso maestro; a ver si él es más afortunado.


El muchacho fue enviado a una ciudad extranjera, y permaneció un año junto al maestro.
Transcurrido dicho tiempo, regresó a casa, y su padre le preguntó:
- ¿Qué has aprendido, hijo mío?
- Padre, he aprendido el ladrar de los perros.
- ¡Dios se apiade de nosotros! -exclamó el padre-; ¿es eso todo lo que aprendiste? Te enviaré a otra ciudad y a otro maestro.


El muchacho fue hasta allí, y estuvo otro año con otro maestro. Al volver le preguntó de nuevo el padre:
- Hijo mío, ¿qué aprendiste?
Respondió el chico:
- Padre, he aprendido lo que dicen los pájaros.
El conde se enfadó mucho y le dijo:
- ¡Desgraciado! Has perdido un tiempo precioso sin aprender nada. ¿No te avergüenzas de volver a casa? Te enviaré a un tercer maestro; pero si tampoco esta vez aprendes nada, te echo de casa.


El hijo vivió otro año entero al cuidado del tercer maestro. y cuando, al regresar a su casa, le preguntó su padre:
- Hijo mío, ¿Qué has aprendido? - contestó el muchacho:
- Padre, este año he aprendido el croar de las ranas.
Fuera de sí por la cólera, el padre llamó a toda la servidumbre y les dijo:
- Este hombre ha dejado de ser mi hijo; lo echo de mi casa. ¡Llevadle al bosque y que se quede allí!


Los criados se lo llevaron.
El mozo anduvo algún tiempo de un sitio a otro, hasta que llegó a un castillo, en el que pidió quedarse a dormir una noche.

- Bien -le dijo un caballero-, si de verdad quieres pasar aquí la noche, puedes quedarte en la vieja torre; pero te aviso que correrás un gran peligro, pues está llena de perros salvajes que ladran y aúllan continuamente, aterrorizando a todo el pueblo.
Por aquel motivo, toda la comarca vivía sumida en desolación y tristeza, sin que nadie pudiese remediarlo. Pero el muchacho no conocía el miedo y dijo:

- Iré donde están los perros; No me harán nada.
Como no quiso aceptar ni un bocadillo, le dieron un poco de comida para las furiosas bestias y lo acompañaron hasta la torre. Al entrar en ella, los perros, en vez de ladrarle, lo recibieron agitando amistosamente la cola y agrupándose a su alrededor; comieron lo que les echó y no le tocaron ni un pelo. A la mañana siguiente, ante el asombro general, se presentó el joven al señor del castillo, y le dijo:


- Los perros me han revelado en su lenguaje el por qué residen allí y causan tantos daños al país. Están encantados, y han de guardar un gran tesoro oculto debajo de la torre. No tendrán paz hasta que este tesoro haya sido retirado; y también me han indicado cómo hacerlo.


Todos se alegraron al oír aquellas palabras, y el caballero le ofreció adoptarlo por hijo si llevaba a feliz término la hazaña. Volvió a bajar el mozo, y, una vez enterado de lo que debía hacer, no le fue difícil sacar del sótano un arca llena de oro. Desde aquel instante cesaron los ladridos de los perros, los cuales desaparecieron, quedando así el país libre.
Al cabo de algún tiempo le dio al joven por ir a un reino lejano a pie para conocer nuevos lugares y gentes. En el camino acertó a pasar junto a una charca pantanoso, donde las ranas croa que te croa. Prestó oídos, y, al comprender lo que decían, se quedó muy preocupado. 


Al llegar a su destino, escuchó que el rey acababa de fallecer, y entre los príncipes, había grandes dudas sobre quién habría de ser su sucesor. Al fin convinieron en elegir rey a aquel en quien se manifestase alguna prodigiosa señal divina. Acababan de adoptar este acuerdo cuando entró el mozo en la iglesia, y, de repente, dos halcones blancos como la nieve emprendieron el vuelo y fueron a posarse sobre sus hombros. Los príncipes vieron en aquello la señal que estaban esperando, y preguntaron al muchacho si quería ser rey. Él permanecía indeciso, no sabiendo si era digno de ello; pero los pájaros le convencieron, y, por fin, respondió que sería rey. 

Celebraron una gran fiesta en su honor, cumpliéndose de este modo lo que oyera a las ranas en el camino y que tanto le había preocupado: que sería rey. Hubo de tomar importantes decisiones, que eran muy difíciles porque no sabía qué decir; pero gracias a la ayuda de perros, ranas y pájaros, siempre supo lo que ocurría en el reino y, con el paso del tiempo, se convirtió en un rey justo y sabio.
Colorín colorado, Este cuento se ha acabado


LA ADAPTACIÓN
  1. Revisión y actualización del uso del lenguaje.
  2. En el original, los perros con los que se encuentra el protagonista en sus aventuras devoraban personas del pueblo. Esta parte está modificada y simplemente los perros son muy fieros y dan miedo porque hacen mucho ruido.
  3. El final está adaptado para que acabe como un rey sabio en vez de como Papa, porque considero que la mayoría de niños de 5 años no están familiarizados con esta figura actualmente.
JUSTIFICACIÓN
  • En el cuento de “las tres lenguas” al protagonista no le entran cosas en la cabeza y su padre está enfadado con él. Sin embargo, el cuento nos muestra que en realidad ha conseguido aprender algo muy valioso que le lleva a tener mucho éxito en sus aventuras. El mensaje de que la inteligencia puede mostrarse de formas que otros pueden no saber apreciar me parece interesante para plantearlo en clase (como cada uno tenemos capacidades distintas y aprendemos de formas diferentes).
  • Esta historia, en la que el protagonista acaba teniendo el poder de hablar con los animales, tiene la esencia de las historias de héroes, ya que con sus habilidades ayuda a los demás y recibe premios y recompensas.
  • Vemos el viaje y la búsqueda como símbolo de la mejora personal que se concreta en aprendizajes.
  • Además, el personaje se presenta como “tonto de remate y que no puede aprender nada” y, sin embargo, aprende algo extraordinario y en sus aventuras prueba su valía.


El ruiseñor
Un cuento de Andersen
Hace ya muchos años de lo que voy a contar, más por eso precisamente vale la pena que lo oigáis, antes de que la historia se haya olvidado.
El palacio de la princesa Lin era el más espléndido del mundo entero, todo él de la más delicada porcelana. Todo en él era tan precioso y frágil, que había que ir con mucho cuidado antes de tocar nada. El jardín estaba lleno de flores maravillosas, y de las más bellas colgaban campanillas de plata que sonaban para que nadie pudiera pasar de largo sin fijarse en ellas. Sí, en el jardín del palacio todo estaba muy bien pensado, y era tan extenso, que el propio jardinero no tenía idea de dónde terminaba. Si seguías andando, te encontrabas en el bosque más espléndido que quepa imaginar, lleno de altos árboles y profundos lagos. Aquel bosque llegaba hasta el mar, hondo y azul; grandes embarcaciones podían navegar por debajo de las ramas, y allí vivía un ruiseñor que cantaba tan primorosamente, que incluso el pobre pescador, a pesar de sus muchas ocupaciones, cuando por la noche salía a retirar las redes, se detenía a escuchar sus trinos.
- ¡Dios mío, qué hermoso! -exclamaba; pero luego tenía que atender a sus redes y olvidarse del pájaro; hasta la noche siguiente, en que, al llegar de nuevo al lugar, repetía: - ¡Dios mío, qué hermoso!
De todos los países llegaban viajeros a la ciudad, y admiraban el palacio y el jardín; pero en cuanto oían al ruiseñor, exclamaban: - ¡Esto es lo mejor de todo!
De regreso a sus tierras, los viajeros hablaban de él, y los sabios escribían libros y más libros acerca de la ciudad, del palacio y del jardín, pero sin olvidarse nunca del ruiseñor, al que ponían por las nubes; y los poetas componían inspiradísimos poemas sobre el pájaro que cantaba en el bosque, junto al profundo lago.
Aquellos libros se difundieron por el mundo, y algunos llegaron a manos de la princesa. Se hallaba sentada en su sillón de oro, leyendo y leyendo; de vez en cuando hacía con la cabeza un gesto de aprobación, pues le gustaba leer aquellas magníficas descripciones de la ciudad, del palacio y del jardín. «Pero lo mejor de todo es el ruiseñor», decía el libro.
«¿Qué es esto? -pensó la princesa-. ¿El ruiseñor? Jamás he oído hablar de él. ¿Es posible que haya un pájaro así en mi reino, y precisamente en mi jardín? Nadie me ha informado. ¡Está bueno que uno tenga que enterarse de semejantes cosas por los libros!»
Y mandó llamar al mayordomo de palacio.
- Según parece, hay aquí un pájaro de lo más notable, llamado ruiseñor -dijo la princesa -. Se dice que es lo mejor que existe en el reino; ¿por qué no se me ha informado?
- Es la primera vez que oigo hablar de él -se justificó el mayordomo-. Nunca ha sido presentado en la Corte.
- Pues ordeno que acuda esta noche a cantar en mi presencia -dijo la princesa-. El mundo entero sabe lo que tengo, menos yo.
¿Encontrarlo?, ¿dónde? El dignatario se cansó de subir Y bajar escaleras y de recorrer salas y pasillos. Nadie de cuantos preguntó había oído hablar del ruiseñor.
Finalmente, dieron en la cocina con chiquillo, que exclamó: - ¡Dios mío! ¿El ruiseñor? ¡Claro que lo conozco! ¡qué bien canta! Todas las noches me dan permiso para que lleve algunas sobras de comida a mi pobre madre que está enferma. Vive allá en la playa, y cuando estoy de regreso, me paro a descansar en el bosque y oigo cantar al ruiseñor. Y oyéndolo se me vienen las lágrimas a los ojos, como si mi madre me abrazase.
- Pequeño ayudante del cocinero-dijo el mayordomo-, te daré un empleo fijo en la cocina y permiso para presenciar la comida del Emperador, si puedes traernos al ruiseñor; está citado para esta noche.
Todos se dirigieron al bosque, al lugar donde el pájaro solía situarse; media Corte tomaba parte en la expedición. Avanzaban a toda prisa, cuando una vaca se puso a mugir.
- ¡Oh! -exclamaron los cortesanos-. ¡Ya lo tenemos! ¡Qué fuerza para un animal tan pequeño! Ahora que caigo en ello, no es la primera vez que lo oigo.
- No, eso es una vaca que muge -dijo el cocinerillo. Aún tenemos que andar mucho.
Luego oyeron las ranas croando en una charca.
- ¡Magnífico! -exclamó un cortesano-. Ya lo oigo, suena como las campanillas de la iglesia.
- No, eso son ranas -contestó el muchacho-. Pero creo que no tardaremos en oírlo.
Y en seguida el ruiseñor se puso a cantar.
- ¡Es él! -dijo el niño-. ¡Escuchad, escuchad! ¡Allí está! - y señaló un avecilla gris posada en una rama.
- ¿Es posible? -dijo el mayordomo-. Jamás lo habría imaginado así. ¡Qué vulgar! Seguramente habrá perdido el color, intimidado por unos visitantes tan distinguidos.
- Mi pequeño ruiseñor -dijo en voz alta el cocinerillo-, nuestra bellísima princesa quiere que cantes en su presencia.
- ¡Con mucho gusto! - respondió el pájaro, y reanudó su canto, que daba gloria oírlo.
- ¡Parece campanitas de cristal! -observó el mayordomo.
- ¡Mirad cómo se mueve su garganta! Es raro que nunca lo hubiésemos visto. Causará sensación en la Corte.
- Mi pequeño y excelente ruiseñor -dijo el mayordomo ­tengo el honor de invitarlo a una gran fiesta en palacio esta noche, donde podrá deleitar con su magnífico canto a la princesa.
- Suena mejor en el bosque -protestó el ruiseñor.
En palacio todo había sido pulido y fregado. Las paredes y el suelo, que eran de porcelana, brillaban a la luz de millares de lámparas de oro; las flores más exquisitas, con sus campanillas, habían sido colocadas en los corredores; las idas y venidas de los cortesanos producían tales corrientes de aire, que las campanillas no cesaban de sonar, y uno no oía ni su propia voz.
En medio del gran salón donde la joven princesa estaba, habían puesto una percha de oro para el ruiseñor. Toda la Corte estaba presente, y el cocinerillo había recibido autorización para situarse detrás de la puerta, pues tenía ya el título de cocinero de la Corte. Todo el mundo llevaba sus vestidos de gala, y todos los ojos estaban fijos en la avecilla gris.
Entonces, el ruiseñor empezó a cantar tan deliciosamente, que las lágrimas acudieron a los ojos de la princesa; y cuando el pájaro las vio rodar por sus mejillas, volvió a cantar mejor aún, hasta llegarle al alma. La princesa quedó tan complacida, que dijo que regalaría su collar más brillante al ruiseñor para que lo llevara en el cuello. Mas el pájaro le dio las gracias, diciéndole que ya se consideraba suficientemente recompensado.
- He visto lágrimas en los ojos de la princesa; éste es para mí el mejor premio.
Se quedaría en la Corte, en una jaula particular, con libertad para salir dos veces durante el día y una durante la noche. La ciudad entera hablaba del notabilísimo pájaro.
Un buen día la princesa recibió un gran paquete rotulado: «El ruiseñor».
- He aquí un nuevo libro acerca de nuestro famoso pájaro -exclamó. Pero resultó que no era un libro, sino un pequeño ingenio puesto en una jaula, un ruiseñor artificial, imitación del vivo, pero cubierto materialmente de diamantes, rubíes y zafiros. Sólo había que darle cuerda, y se ponía a cantar una de las melodías que cantaba el de verdad, levantando y bajando la cola, toda de plata y oro.
- ¡Magnífico! -exclamaron todos, y el emisario que había traído el ave artificial recibió inmediatamente el título de Gran Portador Imperial de Ruiseñores.
- Ahora van a cantar juntos. ¡Qué dúo harán!
Y los hicieron cantar a la vez; pero la cosa no marchaba, pues el ruiseñor auténtico lo hacía a su manera, y el artificial iba con cuerda.
- No se le puede reprochar -dijo el Director de la Orquesta real- mantiene el compás exactamente y sigue mi método al pie de la letra.
En adelante, el pájaro artificial tuvo que cantar sólo. Obtuvo tanto éxito como el otro, y, además, era mucho más bonito, pues brillaba como un puñado de pulseras y broches.
Repitió treinta y tres veces la misma melodía, sin cansarse, y los cortesanos querían volver a oírla de nuevo, pero la princesa opinó que también el ruiseñor verdadero debía cantar algo. Pero, ¿dónde se había metido? Nadie se había dado cuenta de que, saliendo por la ventana abierta, había vuelto a su verde bosque.
- ¿Qué significa esto? -preguntó la princesa. Y todos los cortesanos empezaron a decir a la vez que el ruiseñor verdadero era realmente desagradecido.

- Por suerte nos queda el mejor -dijeron, y el ave mecánica hubo de cantar de nuevo.
- Pues fíjense Vuestras Señorías y especialmente Su Majestad, que con el ruiseñor de carne y hueso nunca se puede saber qué es lo que va a cantar. En cambio, en el artificial todo está determinado de antemano. Se oirá tal cosa y tal otra, y nada más. En él todo tiene su explicación: se puede abrir y observar cómo obra la inteligencia humana, viendo cómo están dispuestas las ruedas, cómo se mueven, cómo una se engrana con la otra.
- Eso pensamos todos -dijeron los cortesanos, y el Director de la Orquesta, fue autorizado para que el próximo domingo mostrara el pájaro al pueblo.

- Todos deben oírlo cantar - dijo la princesa; y así se hizo, y quedó la gente tan satisfecha que todos gritaron: «¡Oh!», y, levantando el dedo índice, se inclinaron profundamente; pero los pobres pescadores que habían oído al ruiseñor auténtico, dijeron:
- No está mal; las melodías se parecen, pero le falta algo, no sé qué...
El ruiseñor de verdad fue desterrado del país.
El pájaro mecánico estuvo en adelante junto a la cama de la princesa, sobre una almohada de seda; todos los regalos con que había sido obsequiado - oro y piedras preciosas - estaban dispuestos a su alrededor, y se le había conferido el título de Primer Cantor de Cabecera Imperial, con categoría de número uno al lado izquierdo. Pues la princesa consideraba que este lado era el más noble, por ser el del corazón, que hasta los príncipes, princesas, reyes y reinas tienen a la izquierda.
Así transcurrieron las cosas durante un año; la princesa, la Corte y todos los que vivían en el reino se sabían de memoria el trino de canto del ave mecánica, y precisamente por eso les gustaba más que nunca; podían imitarlo y lo hacían. Los niños que jugaban en la calle cantaban: «¡tsitsii, cluclucluk!», y hasta la princesa cantaba. Era de veras divertido.
Pero he aquí que una noche, estando el pájaro en pleno canto, la princesa, que estaba a punto de dormirse, oyó de pronto un «¡crac!» en el interior del mecanismo; algo había saltado. «¡Schnurrrr!», escapóse la cuerda, y la música cesó.
La princesa saltó de la cama y mandó llamar a su médico de cabecera; pero, ¿qué podía hacer el hombre? Entonces fue llamado el relojero, quien, tras largos discursos y manipulaciones, arregló un poco el ave; pero le avisó que debían andarse con mucho cuidado con ella y no hacerla trabajar demasiado. ¡Qué tristeza! Desde entonces sólo se pudo hacer cantar al pájaro una vez al año.
Pasaron cinco años, cuando he aquí que una gran desgracia cayó sobre el país.
La princesa se puso muy enferma y sólo podía estar tumbada en la cama, ya que tenía mucha fiebre y dolores. La pobre sufría terribles pesadillas y cuando despertaba tenía miedo de que algo terrible podía ocurrir. Por una ventana que se abría en lo alto de la pared, la luna enviaba sus rayos, que iluminaban a la princesa y al pájaro mecánico.
La princesa respiraba con gran dificultad; era como si alguien se le hubiera sentado sobre el pecho. Como tenía tanta fiebre empezó a pensar en las cosas que había hecho bien y las que había hecho mal; y empezó a sentirse mareada, asustada y triste.
- ¡Música, música! ¡música para no sentir tanto miedo-pedía la princesa-. ¡Oh tú, pajarillo de oro, canta, canta! Te di oro y objetos preciosos, con mi mano te colgué del cuello mi collar más brillante. ¡Canta, canta ya!
Mas el pájaro seguía mudo, pues no había nadie para darle cuerda.
De pronto resonó, procedente de la ventana, un canto maravilloso. Era el pequeño ruiseñor vivo, posado en una rama. Enterado de la desesperada situación de la princesa, había acudido a traerle consuelo y esperanza; y cuanto más cantaba, más se esfumaba el miedo. Y la princesa sentía una brisa fresca que aliviaba la fiebre.
- ¡Gracias, gracias! -dijo la princesa-. ¡Bien te conozco, avecilla amiga! Te desterré de mi reino, y, sin embargo, con tus cantos has alejado de mí el miedo y la fiebre cuando más lo necesitaba. ¿Cómo podré recompensarte?
- Ya me has recompensado -dijo el ruiseñor-. Arranqué lágrimas a tus ojos la primera vez que canté para ti; esto no lo olvidaré nunca, pues son las joyas que contentan al corazón de un cantor. Pero ahora duerme y recupera las fuerzas, que yo seguiré cantando.
Así lo hizo, y la princesa quedó sumido en un dulce sueño; ¡qué sueño tan dulce y tan reparador! El sol entraba por la ventana cuando se despertó, sana y fuerte. Ninguno de sus criados había vuelto aún, todos guardaban silencio. Sólo el ruiseñor seguía cantando en la rama.
- ¡Nunca te separarás de mi lado! -le dijo la princesa-. Cantarás cuando te apetezca; y en cuanto al pájaro mecánico, lo romperé en mil pedazos.
- No lo hagas -suplicó el ruiseñor-. Él cumplió su misión mientras pudo; guárdalo como hasta ahora. Yo no puedo anidar ni vivir en palacio, pero permíteme que venga cuando se me ocurra; entonces me posaré junto a la ventana y te cantaré para que estés contenta y reflexiones. Te cantaré de los felices y también de los que sufren; y del mal y del bien que se hace a tu alrededor sin tú saberlo. Tu pajarillo cantor debe volar a lo lejos, hasta la cabaña del pobre pescador, hasta el tejado del campesino, hacia todos los que residen apartados de ti y de tu Corte. Prefiero tu corazón a tu corona. Volveré a cantar para ti. Pero debes prometerme una cosa.
- ¡Lo que quieras! -dijo la princesa, incorporándose con su mejor vestido, que ya se había puesto.
- Una cosa te pido: que no digas a nadie que tienes un pajarito que te cuenta todas las cosas. ¡Saldrás ganando!
Y se echó a volar.
Entraron los criados a ver a la princesa muy malita en su camita. Entraron, sí, y la princesa dando un salto de alegría les dijo: ¡Buenos días!.
Y colorín colorado, Este cuento se ha acabado

LA ADAPTACIÓN
  1. Para esta adaptación, he transformado al emperador, que es el protagonista de la historia, en una princesa. Me parecía interesante jugar con la idea de que las mujeres pueden  tener también una posición de poder y un camino de aprendizaje, ya que los héroes que habíamos presentado hasta ahora eran todos chicos. Por otra parte, uno de los personajes secundarios, que es el de la cocinerilla, lo he cambiado a cocinerillo.
  2.  He procurado respetar la estructura, aunque hay partes que he simplificado.
  3. El cambio más importante está en el conflicto con la enfermedad de la princesa. Toda esta parte está adaptada, porque en la versión de Andersen se aparecen visiones que le hablan y la muerte se posa sobre su pecho. Me parecía demasiado para niños de 5 años. He mantenido la parte de enfermedad y vulnerabilidad, el momento de tener miedo pensando en las cosas que ha hecho bien y las que ha hecho mal, pero en vez de estar muriéndose, la princesa está muy enferma y tiene fiebre.
  • Tengo dudas con este cambio porque entrar en el reino de los muertos como purificación es una parte clara de la historia. Además, que al héroe le visite la muerte y se lo quiera llevar, significa que deja atrás el hombre que era y tiene la oportunidad de resurgir como un hombre nuevo, y creo que resulta muy importante este simbolismo en la historia. Sin embargo, la escena me parece tenebrosa y no me imagino narrándola en una clase de 5 años. Pienso que las partes, los mensajes fundamentales y la esencia del cuento se mantiene, pero he tratado de hacerla más accesible para esta edad con los cambios.
  • Guía académica de la asignatura “Literatura infantil” (La Salle)
  • Apuntes Pedagogía UCM de la asignatura “Psicología del desarrollo”
  •  Piaget, J. Inhelder, B. (1969), Psicología del niño. Madrid: Ediciones Morata.
  • Bolwy, J. (1969), El vínculo afectivo. Buenos Aires: Paidós.
Cuadros de orientación al tema:
·         Centro de Orientación de Lectura Mec (Años 90) Características de los cuentos según la edad y etapa del desarrollo
·         Cubells, F. Evolución de los intereses del niño en relación con la literatura
·         Asociación  Nacional de Editores. Libros Infantiles y Edición
   

8 comentarios:

  1. ¿Hola Eva, qué tal? Encantada de saludarte.

    Me gustaría comentarte algunas cosillas que podrías retocar para darle un toque más profesional. Yo te aconsejaría reunir toda la bibliografía que has adjuntado en un sólo título, y poner los enlaces todos juntos, para que se encuentren todos más ordenados en un sólo vistazo.

    Añadiría un apartado correspondiente al uso que le darías en el aula a estas narraciones, por ejemplo puedes explicarnos en qué momento se las contarías a los niños, qué cuestiones les plantearías a ellos para comprobar lo que entenderán al escucharlas y si sus pensamientos son simbólicos y corresponden realmente a ese momento evolutivo del que hablas.

    Me gusta mucho la introducción que haces de la literatura folclórica al empezar la actividad, simplemente añadiría alguna característica más del momento evolutivo que tienen los niños con los que vas a trabajar tus cuentos (niños de 5 años) y quizás qué te transmiten a ti estos cuentos para trabajarlos en el aula y que todos juntos disfrutéis de la lectura a esa edad.

    Sólo te falta hacer un poco más de hincapié en tus textos y adentrarte más en el mundo simbólico y creativo de los niños

    ¡Buen trabajo! !Ánimo guapa! Besos, Silvia.

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. ¡Muchas gracias Silvia! Tienes toda la razón muchas gracias por tus comentarios. La verdad es que voy un poco justa con el tiempo y voy trabajando en el blog poco a poco. El trabajo está incompleto pero me gusta ir incluyendo mis avances. Todavía no he trabajado la justificación, donde entraré en el momento evolutivo y también en la propuesta en el aula.
      Tu comentario me ha ayudado a ver que también tengo que elaborar más la introducción.
      ¡Besos y gracias por los ánimos!

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  2. Buenas Eva, ¿que tal? acabo de leer tu trabajo y me gustaría comentarte unas cuantas mejoras que yo haría al igual que te ha comentado la compañera Silvia.
    Lo primero es que me falta el tercer cuento: "el ruiseñor", ¿en este no has hecho adaptación? si es así podrías explicarnos un poco el porqué no lo modificas y cómo lo contarías en el aula,etc.
    La otra parte que yo modificaría sería argumentar un poco en cada cuento el porqué lo has modificado así, que has tenido en cuenta, tus sensaciones al leerlo, que te ha sugerido, etc.
    Igual que te comentó Silvia pondría en un apartado final las referencias bibliográficas , no sólo de donde has cogido los cuentos elegidos sino de donde te has documentado para hacerlo de una manera u otra al estar dirigido a niños de 5 años.
    La introducción me parece muy buena idea para situar al lector frente al tema que vamos a tratar.
    Bueno, espero te sirva de algo mi ayuda.
    ¡Muchas gracias Eva! ánimo en tu esfuerzo.
    Mar.

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    1. Gracias Mar. El trabajo está incompleto aún está en modo borrador pero tendré en cuenta los comentarios para desarrollar el contenido que falta.
      Un abrazo,
      Eva

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    2. Un gran comentario también, Mar.

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  3. Estupenda elección, adaptación y reflexiones. Coincido plenamente con tus cambios (en concreto con la última duda que planteas).
    Está perfecto, enhorabuena.

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